Quiero presentaros hoy una visión del Trabajo desde la mente de otro de sus grandes expositores: Pedro Ouspensky. Ouspensky fue el discípulo de Gurdjieff más próximo a éste y, posiblemente, el de mayor personalidad y profundidad. La visión de Ouspensky, sin embargo, es esencialmente la misma de Gurdjieff , de Nicoll o de Bennett, por citar a algunos de los introductores y seguidores del Trabajo en Occidente. Esta idea del Trabajo no puede ser otra puesto que, como decían Gurdjieff y Ouspensky, no les pertenecía a ellos sino que se trata de una sabiduría inmemorial.
El trabajo está constituído por dos partes: el estudio de sí mismo y el estudio del Universo. El trabajo empieza por la observación y estudio de sí, esto es por la parte psicológica.Vamos a seguir de cerca el principio de la obra de Ouspensky “El Cuarto Camino” para tratar de dar una visión del mismo. Nuevamente la misma advertencia: sin tratar de practicar el Trabajo, o, al menos, sin buena voluntad de ver de qué trata, es imposible adquirir una mínima, no ya comprensión que se tarda bastante tiempo sino, incluso, visión intelectual de él.
Comienza diciendo Ouspensky: “Antes de empezar a explicarles de modo general sobre qué trata este sistema, y de charlar acerca de nuestros métodos, quiero grabar particularmente en sus mentes que las ideas y principios más importantes del sistema no me pertenecen. Esto es principalmente lo que los hace valiosos, porque, si me pertenecieran, serían como todas las otras teorías inventadas por las mentes corrientes: sólo darían una visión subjetiva de las cosas.” (P. D. Ouspensky, El Cuarto Camino, Editorial Kier, p. 7).
Es decir, no se trata de un sistema teórico más, subjetivo, que una buena mañana me despierto y lo escribo. Ni siquiera de un sistema que, después de un trabajo práctico psicológico, etc., se me ocurre sistematizar, y ni siquiera la obra de uno de los llamados genios por nuestra civilización intelectualista como freud, Jung o Adler. Hay algo más. Hay la comunicación en primer lugar de influencias C que provienen de personas que alcanzaron un altísimo nivel de consciencia y de evolución espiritual y que comunicaron a otros. Hay el resultado del trabajo sobre sí mismo, durante milenios, de Escuelas que han existido y existen aún hoy en próximo Oriente, en Asia, en Grecia, etc.
Prosigue diciendo Ouspensky: “Cuando comencé a escribir, en 1907, Un Nuevo Modelo del Universo, me formulé, como muchas otras personas antes y desde entonces, que detrás de la superficie de la vida que conocemos, hay algo mucho mayor y más importante. Y entonces me dije que hasta que conozcamos más acerca de lo que hay detrás, todo nuestro conocimiento de la vida y de nosotros es realmente desdeñable. […]. Comprendí que las manifestaciones de la psicología supernormal, como la transferencia del pensamiento, la clarividencia, la posibilidad de conocer el futuro, la retrovisión del pasado, etc., no habían sido probadas. De modo que traté de hallar un método de estudio de estas cosas, y trabajé en esa línea durante varios años. […]. En el curso de estos experimentos, llegué a dos conclusiones: primera, que no conocemos bastante acerca de la psicología ordinaria; no podemos estudiar psicología supernormal, porque no conocemos psicología normal. En segundo término, arribé a la conclusión de que existe cierto conocimiento real; que pueden existir escuelas que conocen exactamente lo que queremos conocer, pero que, por alguna razón, están ocultas y este conocimiento está oculto. De modo que empecé a buscar estas escuelas. Viajé por Europa, Egipto, India, Ceilán, Turquía y el Cercano Oriente;” (P. D. Ouspensky, El Cuarto Camino, Editorial Kier, pp. 7 y 8).
En efecto, se trata de la primera condición que el Trabajo exige a los que quieren seguirlo. Es necesario creer o pensar que la vida no es todo, que existe algo por detrás o más allá de la vida. Que existe algo trascendente. Es lo que exponía en uno de mis artículos anteriores. Esta creencia es necesaria para crear lo que el Trabajo llama el sentimiento de “Nadidad”. Sin este sentimiento, la personalidad permanece llena de sí misma (orgullo, resentimiento, personalidad imaginaria, mecanicidad, etc.), no se hace pasiva y, en este caso, en virtud de las tres fuerzas que entran en todo fenómeno, la esencia del hombre no puede devenir activa y el Trabajo ser la fuerza neutralizante. En cambio, si la Personalidad deviene pasiva, la Esencia será activa y el Trabajo como fuerza neutralizante podrá hacer su labor en óptimas condiciones. (Para comprender esto último es necesario estudiar las Tres Fuerzas: activa, pasiva y neutralizante y las diversas relaciones entre ellas que entran a formar parte del cualquier evento o manifestación.)
En segundo lugar, la constatación de que la psicología de Occidente no poseía tal conocimiento. Empieza el error porque esta psicología sólo admite un estado consciente que, para empezar, dista mucho de serlo. El Cuarto Camino clasifica los estados de consciencia en cuatro: Sueño, Vigilia, Recuerdo de Sí y Conciencia Objetiva. Hoy día nuestra psicología reconoce ya los fenómenos subjetivos de las expectativas, los intereses, la amplitud de conocimientos, etc. que intervienen en la amplitud de conciencia. También los estados de semi-sueño que sufrimos con frecuencia en lo que llamamos el estado despierto normal, pero dista mucho de poseer el conocimiento de los estados de hiperconciencia y del sistema integral necesario para llegar a ellos al mismo tiempo que se desarrolla una personalidad humana equilibrada, total e integrada.
Continúa diciendo nuestro autor: “[…] pero realmente fue más tarde, cuando ya había concluido estos viajes, que encontré en Rusia, durante la guerra, a un grupo de personas que estudiaban cierto sistema originalmente proveniente de las escuelas Orientales. Este sistema comenzaba con el estudio de la psicología, exactamente como yo había comprendido que debía empezar. La idea principal de este sistema era que no usamos siquiera una pequeña parte de nuestros poderes y fuerzas. Por así decirlo, tenemos en nosotros una organización grandísima y finísima, sólo que no sabemos cómo usarla. En este grupo empleaban ciertas metáforas orientales, y me dijeron que tenemos en nosotros una casa grande, llena de bellos muebles, con una biblioteca y muchas otras habitaciones, pero vivimos en el sótano y la cocina, y no podemos salir de allí. Si la gente nos habla sobre lo que esta casa tiene escaleras arriba, no le creemos, o nos burlamos de ella, o a eso lo llamamos superstición, o cuentos de hadas, ó fábulas.” (P. D. Ouspensky, El Cuarto Camino, Editorial Kier, p. 8).
Es decir, nuestro mundo interior está compuesto de infinidad de partes, zonas o regiones psíquicas y espirituales, al igual que el inmenso espacio exterior del Universo. Nuestra psique es una potentísima y delicadísima maquinaria que no sabemos manejar porque no nos conocemos a nosotros mismos. Este conocimiento empieza por la observación de sí según un sistema definido y experimentado por milenios. Vivimos normalmente, a causa del sueño inducido en nosotros desde que nacemos por la sociedad, en las partes bajas de los centros instintivo, motor, emotivo y mental. Estas partes bajas son sus partes mecánicas, las que no exigen atención consciente ni reflexión. Las que empleamos sin reflexionar para responder a todo en la vida guiándonos por nuestros prejuicios, sentimientos de miedo o sospecha. El ser humano, con demasiada frecuencia, quiere saber de algo sin haber hecho el esfuerzo de estudiar, comprender y experimentar o probar el objeto de su pretendido saber en la proporción adecuada.
Es decir, nuestro mundo interior está compuesto de infinidad de partes, zonas o regiones psíquicas y espirituales, al igual que el inmenso espacio exterior del Universo. Nuestra psique es una potentísima y delicadísima maquinaria que no sabemos manejar porque no nos conocemos a nosotros mismos. Este conocimiento empieza por la observación de sí según un sistema definido y experimentado por milenios. Vivimos normalmente, a causa del sueño inducido en nosotros desde que nacemos por la sociedad, en las partes bajas de los centros instintivo, motor, emotivo y mental. Estas partes bajas son sus partes mecánicas, las que no exigen atención consciente ni reflexión. Las que empleamos sin reflexionar para responder a todo en la vida guiándonos por nuestros prejuicios, sentimientos de miedo o sospecha. El ser humano, con demasiada frecuencia, quiere saber de algo sin haber hecho el esfuerzo de estudiar, comprender y experimentar o probar el objeto de su pretendido saber en la proporción adecuada.
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